viernes, 12 de julio de 2013

La presencia africana en el Río de La Plata





 Hablar o referirse a la situación de los negros en el Río de la Plata es ir en contra de algunas ideas muy generalizadas que se han trasmitido como estereotipos de dicha situación. A ello colaboró nuestra historia oficial que ha desconocido y ocultado la presencia y participación de los negros en nuestro país desde la época colonial.

 Los datos sobre la población negra que registran los estudios de la burocracia española, muestran que desde principios del siglo XVI la mano de obra esclava comenzó a difundirse por todo nuestro territorio. Aunque los primeros esclavos vinieron con Pedro Mendoza para la primera fundación de Buenos Aires, su mayoría fueron introducidos por Panamá, ya que el alto costo de los traslados determinó la búsqueda de otras alternativas: el puerto de Buenos Aires y Colonia de Sacramento en la Banda Oriental del Uruguay. Así la región se integró al gran negocio del comercio esclavista que reportó  enormes beneficios.

 El relevamiento poblacional que en 1778 el rey Carlos III de España le ordena al virrey Vértiz, son bien demostrativos de la importancia numérica de la población negra. Según esos datos, los negros de origen africano representaban: en Tucumán un 64%; en Santiago del Estero 54%; Catamarca 52%; Salta 46%; y Córdoba 44%. Otro dato interesante es que en los siglos XVII y XVIII los jesuitas fueron los más importantes patrones de esclavos en el actual territorio argentino. Cuando el rey Carlos III decidió expulsarlos y confiscar sus bienes, pasaron a ser administrados por una Junta de Buenos Aires que los vendió a particulares, entre estos bienes figuraban gran cantidad de esclavos.

 En Buenos Aires para la época de las Invasiones Inglesas el 30,1% de sus habitantes eran negros, pero para el segundo Censo Nacional de 1895 la población  se había reducido a 0,13%. Rodriguez Molas analizando fuentes de la época comenta que: “En el Invierno de 1807 con motivo a la invasión inglesa a la Ciudad de Buenos Aires, los negros fueron armados para defender la ciudad. El 7 de Julio en momentos en que se redacta la capitulación inglesa, los vecinos reunidos en el Cabildo temen un posible alzamiento de los negros al haber tomado conciencia éstos de su valor y aptitudes militares. Es así que deciden retirarles las armas y para que no se quejen y en agradecimiento al servicio prestado, se les piden sus nombres para un reconocimiento y se les entrega dos pesos a cada uno por fusil y ocho pesos por espada, bayoneta o arma blanca”.

 Por otra parte la necesidad del reclutamiento militar, luego de la ruptura con España, se salda en buena medida con la población negra que en 1813 representa más de la cuarta parte de la tropa regular. Más de 2500 hombres negros integraban dos de los regimientos del Ejercito de los Andes, regresaron solo 159. En una carta del 11 de Febrero de 1816 San Martín daba cuenta de lo difícil que le resultaba integrar amos y esclavos en una misma línea de combate. Ya sobre el fin del siglo reaparecen los negros luchando en la guerra de la Triple Alianza, librada por Argentina en alianza con Brasil  y Uruguay contra Paraguay o en la Conquista del Desierto de 1879. Pero un golpe mortal  fue en 1871, cuando la epidemia de fiebre amarilla irrumpió en los conventillos de los barrios del sur de la ciudad de Buenos Aires, donde vivían los negros hacinados y en pésimas condiciones sanitarias.

 En cuanto a la educación y ciertos derechos sociales elementales la preocupación de las autoridades fue casi inexistente. En una circular del 8 de Mayo de 1723 los cabildantes autorizaron a impartir solo rudimentos de religión a los esclavos, siempre y cuando se lo haga “teniéndolos separados”. Recién en 1823 la Sociedad de Beneficencia dispone la creación de una escuela exclusivamente para niños de color, lo que no habría  de generalizarse, ya que en 1877 las familias negras de Buenos Aires todavía solicitan  la creación  de una escuela para sus hijos. Se los excluía  de los espectáculos públicos, en las iglesias se los casaba en la sacristía y no se les permitía entrar al templo. “En 1882 en la iglesia del Socorro se obligó a hacer un casamiento afro en la sacristía porque consideraban que “los perros” no podían estar frente al altar”.

 Una falsa argumentación es que la situación de los negros fue idílica y que la esclavitud desaparece con la Asamblea del año XIII. Pero la Asamblea Constituyente de 1813 que otorgó la “libertad de vientres”, disponía que eran libres solamente los niños negros nacidos después de esa fecha, sin embargo,  se reglamenta también el llamado Derecho de Patronato, por el cual los niños quedaban  hasta los 20 años bajo la “protección” de sus amos. Recién en 1852, la Asamblea Constituyente dispondrá la libertad de todos los esclavos.

 Otra creencia generalizada, es que la Argentina fue un “crisol de razas” conformada por criollos nativos e inmigrantes europeos. Los proyectos de la generación del 80’ que planteaban que había que “blanquear” la población para incentivar  la llegada de inmigrantes blancos  europeos, con el fin de fundar colonias agrícolas y poblar el país, dan cuenta de esta tendencia de invisibilizar a negros e indios, condición necesaria para llevar adelante el progreso “civilizatorio” imprescindible en la construcción del Estado nación.  Los grupos más liberales finalmente impusieron  un proyecto de integración bajo una supuesta identidad nacional homogénea que no contempló las necesidades de los grupos históricamente subordinados. Esta ideología, la del racismo por omisión, fue la que negó  a través de la escuela pública la historia del negro. 

 Esta negación  de la población negra no reconoce en nuestro lenguaje términos africanos: la mujer es una “mina”, la música popular urbana es el “tango”, los zapatos, aún para algunos son los “tamangos”, comemos puré de zapallo o “mondongo y achuras” que se le daban de comer a los  esclavos y a los perros, a los niños se les canta el “arrorró” y hay muchas más como “quilombo”, “milonga”, “marote”, “bochinche”, entre otras.  


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