Domingo F. Sarmiento, por las penurias de su hogar sanjuanino, estaba más cerca de las clases bajas que de las altas. Su concepto de “barbarie” alberga un sentimiento de menorvalía social.
A través de Sarmiento puede reconstruirse la concepción
histórica de la oligarquía. Dejando de lado los juicios eventuales de Sarmiento
–sus famosas contradicciones-, abstrayendo de su obra escrita lo típico y
generalizable, la oligarquía argentina surge diáfana con los valores de clase
que sustentan su visión del país.
Sarmiento no fue un demócrata. Fue un liberal
reaccionario y su aptitud frente a los caudillos encaja sin rendijas con su
opinión sobre la clase obrera europea. Sarmiento es la personificación más taciturna
del liberalismo conservador de América Latina. Hijo de la Restauración y del
reaccionarismo ideológico que encontró su réplica en los levantamientos proletarios de 1848 y
1871: “La experiencia de medio siglo de
ensayos constitucionales ha rechazado como irrealizables y desnudas de todo
fundamento, las doctrinas de Rousseau y otros utopistas del siglo pasado”. Lo
que rechazaba son los sedimentos revolucionarios de la Revolución Francesa, que
al pasar a las masas, se convirtieron en reivindicaciones democráticas del
proletariado europeo. Siempre contra el pueblo, plagiando sin vuelo de
pensamiento a Carlyle, adhiriendo a la escuela individualista de la historia.
Carente de visión nacional propugno la fragmentación del territorio
argentino. Fue partidario de Francia e Inglaterra cuando durante Rosas, en la
vuelta de obligado, el país era
agredido. En Argirópolis, durante su
presidencia se entregaron los ferrocarriles argentinos que eran prósperas
empresas nacionales, a los ingleses.
El adulador de Inglaterra que aconsejaba la
introducción en América de pastores metodistas y la fundación de
iglesias protestantes de espaldas totalmente a las tradiciones de Hispanoamérica.
Algunas de sus máximas invisibilizadas, convenientemente,
por la historia oficial mitrista (casualmente Sarmiento era el amanuense de
Mitre):
Sobre su encuentro con el Papa: “con que voluntad
cumplí con el ceremonial que
prescribe hacer tres genuflexiones hasta
besar los pies de Su Santidad. Me retiré después de haberle besado la mano que
me tendía para evitar que me postrase por segunda vez”
En las farsas electorales de su tiempo dirigió personalmente
el fraude, persiguió, encarcelo: “Bandas de soldados armados recorrían las
calles acuchillando y persiguiendo a los opositores. Tal fue el terror que
sembramos entre toda esa gente, que el día 29 triunfamos sin oposición. El
miedo es una enfermedad endémica de ese pueblo.
Esta es la palanca con que siempre se gobernará a los porteños, que no
necios, fatuos, y tontos”.
¿No es Sarmiento el más indudable degollador de gauchos, y
propagandista literario del degüello?
¿No han circulado, acaso, en América Latina sus cartas al general Mitre,
otro “semidiós” del Parnaso oligárquico, en las que aconseja que “no ahorre
sangre de guachos que es lo único que tienen de humano”? En su favor, es
preciso reconocer que fundó la Sociedad Protectora de Animales, entidad que aún
subsiste, pues el célebre educador era más compasivo con los perros que con los gauchos.
En otra carta a Mitre
sobre la las clases populares y los guachos: “tengo odio a la barbarie
popular. La chusma y el pueblo gaucho
nos es hostil. Mientras haya chiripá* no habrá ciudadanos. ¿Son acaso las masas
las únicas fuentes de poder y legitimidad? Usted tendrá la gloría de
restablecer en toda la República el predominio de la clase culta anulando el
levantamiento de las masas”. Detrás de esta fachada de la cultura como
privilegio de una minoría, se propugna una concepción reaccionaria de clase
contra el pueblo. No pensaba así Darwin del gaucho: “Extraordinariamente
generoso, humano y hospitalario y muy modesto al mismo tiempo consigo mismo y
el país, extremadamente audaz y valiente, jamás grosero e inhóspito”
En el Facundo, libro admitido por el mismo Sarmiento como
apócrifo, es palpable su posición frente a las masas. En cuanto al aspecto
formal de la democracia, tampoco le interesó. A raíz de las elecciones de 1857
escribió: “Los gauchos que se resistieron a votar por los candidatos del
gobierno fueron encarcelados, puesto en el cepo, enviados al ejército para que sirvieran en las fronteras
con los indios y muchos de ellos perdieron el rancho, sus escasos bienes y
hasta su mujer”
Odio todo lo americano. Al indio y al gaucho. Sobre el indio, aconsejaba que
debía asesinarse a sus hijos, pues ya de pequeños “tienen el odio instintivo al
hombre civilizado”
En lo que concierne a
las invasiones inglesas, su extranjerismo mental se enterizo. Se lamentó
siempre de que las invasiones inglesas hubiesen sido rechazadas. Estas ideas
tenían antecedentes en Carlos María de Alvear, que llegó a implorar el
protectorado de Gran Bretaña a fin de que estas provincias “se abandonasen sin
condición alguna a la generosidad y buena fe del pueblo inglés”. Por añadidura,
es preciso resaltar, que en el momento en que Argentina estaba en guerra con
Francia e Inglaterra, invitaba a la expansión europea sobre la misma Patagonia
con la teoría de que figuraba en el mapa como
“tierra no ocupada”. También la ocupación de las Malvinas por Inglaterra
le parecía conveniente a “la civilización y al progreso”
“Y seamos francos –escribe Sarmiento- , no obstante que esta
invasión universal de Europa sobre nosotros es perjudicial y ruinosa para el
país, es útil para la civilización y el comercio”
Para Sarmiento, en su obsecuencia anglosajona, Estados
Unidos es el único país culto que existe sobre la tierra. En carta a María Mann
dirá: “con emigrados de California se está formando en el Chaco una colonia
norteamericana. Puede ser el origen de un territorio, y un día, de un estado
yanqui (con idioma y todo). Con este concurso genético mejorará nuestra raza
decaída”. Pensó crear una escuela yanqui en San Juan. Era uno de sus tantos
timos. Una manera de cortejar a una nación extranjera. He aquí el patriotismo
de Sarmiento.
Ya en Chile enaltecía las virtudes de las clases coloniales:
“Es un bien la oligarquía chilena formada por la clase pudiente e ilustrada”
Sobre los pobres, mendigos y huerfános: "Si los pobres
de los hospitales, de los asilos de mendigos y de las casas de huérfanos se han
de morir, que se mueran: porque el Estado no tiene caridad, no tiene alma. El
mendigo es un insecto, como la hormiga. Recoge los desperdicios. De manera que
es útil sin necesidad de que se le dé dinero. ¿Qué importa que el Estado deje
morir al que no puede vivir por sus defectos?. ¿Los huérfanos son los últimos
seres de la sociedad, hijos de padres viciosos, no se les debe dar más que de
comer".
Más sobre los originarios: "¿Lograremos exterminar los
indios?. Por los salvajes de América siento una invencible repugnancia sin
poderlo remediar. Esa calaña no son más que unos indios asquerosos a quienes
mandaría colgar ahora si reapareciesen. Lautaro y Caupolicán son unos indios
piojosos, porque así son todos. Incapaces de progreso. Su exterminio es
providencial y útil, sublime y grande. Se los debe exterminar sin ni siquiera
perdonar al pequeño, que tiene ya el odio instintivo al hombre
civilizado".
Sobre la nación y la guerra: "Necesitamos entrar por la
fuerza en la nación; la guerra si es necesario" (1861). "Los
sublevados serán todos ahorcados, oficiales y soldados, en cualquier número que
sean" (1866). "Es necesario emplear el terror para triunfar. Debe
darse muerte a todos los prisioneros y a todos los enemigos. Todos los medios
de obrar son buenos y deben emplearse sin vacilación alguna, imitando a los
jacobinos de la época de Robespierre" (1844). "La invasión de las
Malvinas por parte de los ingleses es útil para la civilización y el
progreso"
Paraguay:
"Estamos por dudar de que exista el Paraguay. Descendientes de razas
guaraníes, indios salvajes y esclavos que obran por instinto a falta de razón.
En ellos se perpetúa la barbarie primitiva y colonial. Son unos perros
ignorantes de los cuales ya han muerto ciento cincuenta mil. Su avance,
capitaneados por descendientes degenerados de españoles, traería la detención
de todo progreso y un retroceso a la barbarie... Al frenético, idiota, bruto y
feroz borracho Solano López lo acompañan miles de animales que le obedecen y
mueren de miedo. Es providencial que un tirano haya hecho morir a todo ese
pueblo guaraní. Era preciso purgar la tierra de toda esa excrecencia humana:
raza perdida de cuyo contagio hay que librarse"
Sobre la condicion fenemenna: “Un día vendrá al fin, que lo resuelvan, y la esfinge
argentina: mitad mujer, por lo cobarde, mitad tigre, por lo sanguinario, morirá
a sus plantas…”
Eurocentrismo racista: “Dicen que somos amigos de los
europeos y traidores a la causa americana. ¡Cierto!, decimos nosotros ¡somos
traidores a la causa americana, española, absolutista, bárbara ¿No han visto
revolotear por ahí, sobre nuestras cabezas, la palabra ‘salvaje?’”.
*Se denomina chiripá al poncho colocado en forma de pañal y
prendido con alfileres ceñido con la faja y a veces el tirador o rastra, que
utilizaban los pueblos originarios ―pampas, mapuches («araucanos»), patagones―
y el gaucho hasta aproximadamente 1860 y sustituido luego por la bombacha, en
el caso del gaucho el chiripá se ponía como protección y resguardo ante el frío
por sobre los "calzones" o "leones" (pantalones gauchos de
botamanga cribada).
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